Lo mejor del Mundial de Clubes está por venir: tuvo que "importar" la pasión, pero ya regaló goleadas y show entre el calor extremo y las tormentas "para partidos"

La fiesta sigue en Estados Unidos a pesar de que que el fútbol argentino ya no tenga representantes en los octavos de final del Mundial de Clubes. De los 16 clasificados a la fase de eliminación directa, son nueve los europeos, favoritos en su mayoría ante los cuatro brasileños, el mexicano Monterrey, el árabe Al Hilal y el Inter Miami de Lionel Messi. Resulta inexplicable no ver a Boca ni River en ese cuadro de llaves, aunque sirve de criterio para evaluar su flojo nivel internacional.
Fueron 45 partidos, la mayoría con paridad y muy entretenidos, incluso con sorpresas y goleadas resonantes. Pero el meridiano de la competición permite hacer balances más allá de lo deportivo en términos de organización y en la FIFA de Gianni Infantino se frotan las manos: la palabra más repetida es "success", un éxito, aún con muchas cosas por mejorar. Por eso ya se trabaja en el próximo encuentro y se evalúan cambios, entre ellos el sistema de clasificación y la cantidad de participantes.
Festeja la multinacional con sede en Suiza pero también DAZN, la cadena británica que en febrero sumó como accionista al fondo soberano de Arabia Saudita, estado cada vez más dominante en la industria del deporte, y que en 2034 no casualmente recibirá al Mundial de selecciones. Las transmisiones por streaming tienen una calidad asombrosa, con recursos que llegaron para quedarse, como la cámara del árbitro. Pero lo más llamativo es que son gratuitas, al menos por ahora. Porque se juegan intereses económicos en USA pero también culturales, y cuando la limosna es grande...
Donald Trump (o "el Tromp", como dicen los latinos que se lamentan de haberlo votado) no está en esos menesteres: el fútbol no figura en su agenda. Cuando arrancó el torneo se estaba peleando con Elon Musk, ahora se dirime entre provocar o evitar una tercera guerra mundial, veremos qué pasa en un par de semana. De la pelotita no se habla.
El país de la libertad recibió al Mundial de Clubes como si se tratara de una convención de odontólogos. Pusieron los estadios, los hoteles, la seguridad y la logística, fundamentales; la esencia de la pasión llegó desde el extranjero, ya sea por los muchos inmigrantes que viven aquí, como por la multitud de turistas brasileños y los (pobres) hinchas argentinos. Muy pocos europeos. En el sur de la Florida y California se habló del temor a las deportaciones pero según medios locales no pasó de ser eso, una amenaza. Vivir así también es convivir con el miedo.
Vinicius Junior, derecha, festeja con Gonzalo García un gol de Real Madrid ante RB Salzburgo. Foto. AP
En términos de convocatoria, las tribunas no explotan de gente, salvo algunas excepciones como los partidos de Boca, Messi y Palmeiras en Miami, los del Real Madrid, River contra Inter en Seattle, o el choque entre Manchester City y Juventus en Orlando. En general, el contraste entre estadios inmensos y un público reducido no parece propio de un certamen de esta magnitud. Así y todo la FIFA anunció que ya vendió más de un millón y medio de entradas, y se espera que la tendencia irá en alza hasta llegar a la final, que se llevará a cabo el 13 de julio en el estadio MetLife Stadium de Nueva Jersey.
Un dato a favor es que no se registraron episodios de violencia salvo esas piñas en el Rose Bowl de Pasadena cuando jugaron Botafogo y PSG. La policía aprendió la lección del año pasado con la Copa América y esta vez usó drones y agentes infiltrados. El cruce de Palmeiras y Botafogo este sábado a las 13 en Filadelfia será una prueba de fuego.
Por lo demás, tan desapercibido pasa el Mundial en esta geografía inmensa que el mayor déficit de la organización son los accesos. En los alrededores del Hard Rock Stadium, por ejemplo, nadie sabía cómo llegar ni por qué puerta entrar. Y el tráfico cotidiano de la autopistas tampoco ayuda. Lo mismo pasó en Charlotte, donde jugó el Real Madrid, con colas interminables bajo un sol infernal.
Las temperaturas extremas preocupan porque se repetirán dentro de un año con el Mundial de selecciones. Es imposible jugar con normalidad en estas condiciones y las consecuencias pueden ser graves: el argentino Gianluca Prestianni, por ejemplo, sufrió un golpe de calor en el partido entre Benfica y Bayern, y tuvo que ser reemplazado. La FIFA ofreció las pausas de hidratación pero parecieron más un compromiso comercial vendido a un sponsor porque también se hicieron con 21 grados y hasta con lluvia.
Gianluca Prestianni. Foto: Reuters/Nathan Ray Seebeck
Cuando no fue el calor aparecieron las tormentas eléctricas: Benfica contra Auckland City estuvo parado durante 145 minutos. Va a llegar el día en que Estados Unidos será capaz de frenar a los rayos, mientras tanto habrá que lidiar con esas adversidades. Lo que sí puede arreglar la FIFA son los criterios de desempate que impulsó en este certamen, complicados de entender y dando la posibilidad de especular con resultados, o dicho sin vueltas, de arreglar partidos.
Los campos de juego eran otro factor a revisar en este Mundialito, en base al despropósito que se vio en la Copa América del año pasado. La FIFA no es lo mismo que la Conmebol, queda claro. Y el saldo es positivo a pesar de algunos reclamos europeos como el de Jude Bellingham, que habló de un pasto demasiado duro y de Luis Enrique, que ironizó: "No me imagino una cancha de la NBA con agujeros".
Faltan equipos como Barcelona y Liverpool, campeones de sus ligas y protagonistas del escenario planetario. Por eso la FIFA podría retocar sus reglamentos para que la próxima vez no se le escape la posibilidad de tener por ejemplo un clásico español. Brasil se movió rápido y ya se candidateó para recibir al próximo torneo: sus clubes y sus hinchas en tierra yanqui están haciendo méritos como para ser tenidos en cuenta.
Infantino oficializó este torneo en diciembre de 2022, en Qatar, días antes de la final entre Argentina y Francia. Se espera que en las próximas semanas haya algún anuncio vinculado a lo que viene. Se habla de hacer el Mundial de Clubes cada dos años y estirar a 48 los equipos participantes, siguiendo la tendencia de las selecciones, pero con invitaciones. Todo sea por el show.
Clarin